lunes, 17 de junio de 2013

Cierre

Me gustaría cerrar este blog con una pequeña reflexión en torno a la indagación que me propuesto sobre el libro “Las 50 sombras de Grey”.
En la entrada anterior, figura un enlace al documento de google en el que se recogen las cuatro encuestas con las que cuento. Son muy pocas, pero es lo que tengo para poder sacar alguna conclusión. He tratado de apurar los días para termina de leer el libro y conseguir más encuestas, pero lo último no ha sido posible. Soy consciente de que con tan poco, no se puede hacer una valoración sólida, pero lo haré a modo de experiencia.
Las cuatro personas que han respondido a la encuesta son mujeres. Todas ellas han leído la trilogía completa.
Entre los motivos que les llevaron a iniciar la lectura, figuran el morbo y lo que la gente decía del libro, aspecto que no concretan. Vemos como un fenómeno social, como es la publicidad, pero no la publicidad tradicional, sino el “boca a boca”, ha tenido una gran influencia en el público. Prueba de ello es que la obra se ha convertido en best seller. Se ha creado una historia, un relato que, como veremos más adelante, cumple con el objetivo publicitario de evadirse a un mundo perfecto. Nadie sabe bien porque lo lee, pero el caso es que lo lee.
Todas se han visto impulsadas a continuar leyendo tras terminar el primer libro. Esto es debido a diferentes motivos: el erotismo, la trama, la curiosidad o conocer lo que ha llevado al protagonista a tener esa personalidad. En mi opinión, esto es debido a que estamos demasiado acostumbrados a historias enmascaradas, a injusticias justificadas por los medios, que no hemos desarrollado o hemos perdido, el impulso crítico.
Todas las lectoras recomendarían el libro a otr@s porque: permite evadirse de la realidad, huir a un mundo perfecto; por el morbo y porque lo consideran entretenido. Volvemos a ese mundo perfecto, que nos permite escapar de nuestra vida, que en comparación con lo que nos ofrece la publicidad, es “penosa”. Es curiosa la construcción del príncipe azul del siglo XXI, al que ya no le basta con convencer el subconsciente de la lectora, sino que justifica sus actos hasta que ellas lo ven como algo normal.
El mensaje sería algo así: te ofrecemos un modelo ideal que nosotros hemos creado, pero tienes que pagar un precio, someterte a él y además, lo vas a hacer por propio deseo. ¿No es evidente la violencia simbólica?
Otro aspecto consultado en la encuesta, es lo que se considera más interesante de la novela, a lo que las lectoras han respondido: la historia de amor y el cambio en el protagonista. Lo que a mí me lleva a pensar en que también se nos ha enseñado un modelo de relación, construida en los medios, que nos da el ideal de lo que debe ser una pareja. Prueba de ello tenemos las películas de Disney y sus construcciones de la mujer y el hombre.
Solo una ha cambiado sus prácticas sexuales a raíz de la lectura y coincidentemente, es la misma que manifiesta leer más novelas de este tipo. Esto nos puede indicar que el efecto no es de esta novela, sino que ella misma puede consumir este tipo de material con este objetivo. El resto no parecen dejar influenciar su vida real por la lectura, pero también es cierto, que hay una que hace las siguientes afirmaciones “Lo que él la hace, las mujeres lo querrían” “Para haber cambiado algo lo tendría que haber leído mi marido”.
Puede, por otro lado, que al saber que yo leería sus respuesta, considerasen que el anonimato no existía, y se sintiesen cohibidas a responder.
De todo esto saco dos conclusiones principales: la asunción de los modelos sociales establecidos por la publicidad y la ausencia de visión crítica, de interés o iniciativa por cuestionarse no que se ve (como diría Correa).
Yo también he leído el libro y es cierto que le morbo está ahí, pero también lo es que leerlo desde una perspectiva crítica te ayuda a poder decidir y aceptar voluntariamente o no, su ideología. De no ser leído de forma activa, por un lector crítico, la violencia simbólica es latente y nos conduce a reproducir el modelo que lleva implícito.
He tenido la oportunidad de conversar en persona con una de las mujeres que respondieron a la encuesta y tras plantearle esta cuestión, me dijo que a ella le daba igual y que ojalá todos fuéramos como Grey. Sinceramente, espero que sea la única que piense así, lo contario sería constatar el “lavado de mente” al que nos somete la publicad.
Como dije, estas conclusiones no son sólidas, ni consistentes, pero es verdad que nos dan indicios de lo que otros como Bourdieu, Correa o Sontag, han planteado.
Pienso que aún queda mucho por hacer, muchas “guerrillas semiológicas” por construir.
Ha sido una grata experiencia que me gustaría continuar en un futuro próximo.
Gracias por compartirla conmigo.


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